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  • Como se puede advertir en la narraci n de Cuadra

    2019-05-10

    Como se puede advertir en la narración de Cuadra o, más claramente, en la encuesta que elaboró Téfel, hay toda una toma de conciencia en los sectores medios e intelectuales respecto azilsartan medoxomil los pobres. Esta nueva conciencia proyectó también la necesidad de integrar la racionalidad nacional a los, así llamados, marginales. Proclamar la integración de éstos implicaba reclamar a la vez mutaciones importantes en las funciones y estructura del Estado, al extremo de “humanizarlo” y lograr que el gobierno aceptara cubrir los derechos de los excluidos, garantizándoles accesos modernos negados hasta ese momento, lo cual, en las condiciones de una dictadura neocolonial, era sinónimo de proclamar la revolución social. Al mismo tiempo, había que conceptualizar al marginal mismo, en tanto sujeto social e ideal movilizador de la ética personal y comunal de los intelectuales, las clases medias y altas. En realidad en esta emergencia de la gubernamentalidad y la biopolítica, para usar los conocidos conceptos de Foucault, la confusión entre sujeto e ideal, entre marginal y ente místico-cultural fue evidente. La redefinición del marginal implicó también la imposición de una disciplina, en la que éste se integrara a un relato gubernamental asistencial de contenidos cristianos. Fue significativo, por ejemplo, que las “Hipótesis, Variables e Indicadores” de la encuesta hecha por Téfel se orientaran por la necesidad de saber quién era el marginal y hasta qué punto estaba integrado a las organizaciones y modelos de la modernidad: educación, urbanismo, participación política, nivel de vida en general. Mejor dicho, la pertenencia civil del marginal al cuerpo/nación no estaba en entredicho; la marginalidad “(es) la corona de espinas de un país crucificado, descoyuntado, explotado y torturado[…]”. La identificación del país y el cuerpo de Cristo fue una metáfora típica del relato nacionalista unificador: el país marginal localizado en la estructura global se lee éticamente a sí mismo en el sujeto marginado. Al mismo tiempo, el estatus del marginal se volvió más teológico que sociológico u antropológico. O en otras palabras, operó un prejuicio sobre la representación política de los llamados marginales. Otro aspecto característico de la visión asistencial, nacionalista y cristiana sobre los marginales urbanos y campesinos, tal como se conformó en las décadas anteriores a la revolución, es que fue uno de los puntos de ingreso del sandinismo a lo que podría llamarse una racionalidad política autorizada. En efecto, la articulación teológica/nacionalista en torno a closed community un romanticismo del marginado, conectó al sandinismo con las familias hegemónicas y con una intelectualización en torno a quién es el pobre, ya elaborada anteriormente por los movimientos intelectuales nacionalistas. La integración de jóvenes de las clases altas al sandinismo tuvo como uno de sus elementos básicos la prédica de la teología de la liberación y la constitución del pobre como eje contrahegemónico. Durante el conocido secuestro de figuras del gobierno somocista, por parte del Frente Sandinista, en la casa de José María Castillo, en 1974, la alianza entre combatientes universitarios clase media con jóvenes hijos de la oligarquía fue evidente. En las memorias políticas de Arturo Cruz, también dirigente de la “contra”, esta alianza fue presentada de la siguiente manera:
    Hubo pues dos transiciones que se complementaron y fueron simultáneas. Por un lado, los marginales, campesinos ingresados a la modernidad vía la migración a la ciudad, encarnaron en un sujeto teológico que orientaba la redefinición de las funciones del Estado, y el compromiso nacional de sectores de las clases dominantes, las clases medias y los intelectuales. Por otro lado, los combatientes del fsln se desprendieron del estigma de forajidos y descastados, y aparecieron como “hijos de la burguesía”. Tanto los marginales como el fsln ingresaron a una racionalidad inesperada, donde la redefinición de los sujetos terminó operando a favor de una nueva disciplina estatal nacional en formación. En ambos casos, los sujetos fueron colocados más allá de la criminalidad para potenciar la racionalidad moderna. En un caso, importaba saber hasta qué punto estaban integrados los marginales al discurso desarrollista de la modernidad, y hasta qué punto había que integrarlos. En el otro caso, efectuar una especie de laboratorio edípico en el que el fsln guiaría la nueva racionalidad, reparando los entuertos de la tradición burguesa nacional, llevando a cabo la integración de los marginales a la ciudadanía, y resguardando el carácter transicional de las familias de abolengo. estas familias serían garantes de la transición de doble manera. Por un lado, protegían la gradualidad de los cambios y garantizaban la preeminencia del pacto social; por otro, se integraban a la categoría de “hombres en transición” por su procedencia social y por su compromiso con la ética de los marginados.